“La máxima obra propuesta al ser humano es la de forjarse un destino”
Alejo Carpentier.
Alejo Carpentier.
Esta novela de Sánchez Beras es valiente, es compasiva, es altamente humana y vibrante... y no de sentimientos trillados sino de ese drama que nos perturba al leer, que nos mueve las vísceras; que nos golpea la cabeza (Kafka). Retrata de una forma real pero esencialmente poética la calidad del pueblo haitiano, sus penas y glorias. Cuenta de sus gustos, sus miedos, sus tristezas y proezas, sus fábulas, sus esperanzas.
Esa trilogía de personajes estelares donde es principal el hijo, Claude, abre ese compás de espera pero de movimiento, de huida, de escape, de metamorfosis a ese saber estar en la destrucción lenta y eficiente de un país que no tiene nada que esperar, personificado por el padre que representa el pasado; quien vive con la ilusión de lo vivido, rememorando sus héroes independentistas o cantando el himno que los representa y creando fábulas con la ilusión del viaje. Nos pasea por un Haití del pasado lleno de batallas ganadas y de orgullo patrio hasta llegar a un Haití extenuado por sus propios gobernantes y es cuando Claude con un dejo de dolor, exclama:
“¿¡Por qué duele tanto dejar a este pueblo que agoniza!?”pp.71
Toda persona que lea esta novela puede entender de lo que se trata cuando se pierden las esperanzas por un futuro próspero; pero se pierden las esperanzas de ver a un hijo que se ha ido en pos de mejores oportunidades de vida, y de trabajo, tema bastante recurrente en nuestra gente latina que emigra hasta los Estados Unidos o debemos decir a ‘Nueva Yol’ (Luisito Martí); a España, y otros puertos y aeropuertos del mundo...
En todo caso, la novela toca el rompimiento de la célula familiar que es el drama mayor por el que pasan los que viajan. Rompe ese cordón umbilical de padres, madres, e hijos... y luego entonces existe ese desarraigo que deviene de arrancar las raíces; matar ese amor por la tierra que nos ve nacer... es vivir con el eterno fantasma de la nostalgia por nuestra tierra. Como si todo esto fuera poco, también el nieto (Christopher) se va en busca de su padre a quien no recuerda porque cuando partió apenas tenía un año. Quedando el viejo (Jean) solo, olvidado como el pueblo... sumido en un pasado que no existe más.
Es la realidad que golpea a esa parte del oeste de nuestra isla dominicana... donde todos quieren venir a un futuro que ven luminoso en esta, nuestra tierra, donde todavía hay vegetación, hay frutas y vegetales, donde se cultivan toda suerte de tubérculos y cereales... donde sobran muchas cosas que allá no se dan porque la tierra es seca, infértil, o simplemente los gobernantes se hacen de la vista gorda en un estado malogrado al que persisten en destruir.
Cierto que República Dominicana no es un paraíso; no obstante estamos a años luz por encima de lo que Haití representa o brinda a sus nacionales, y cito:
“(...) De Haití queda poco. Esta nación de tambores y arcoíris ha sucumbido bajo el abandono, la aridez de la tierra, sin agua y sin árboles...”pp.56
Del autor ya me había fascinado su poética y sus cuentos... su cualidad dramática en las narraciones de sus relatos infantiles; pero más que todo, la facilidad y experiencia en su didáctica en esas narraciones y poemas para los chiquitines y para los grandes. No hay dudas del talento increíble de su literatura; de ese carisma nato asociado, obvio, a sus estudios e investigaciones como docente, que imagino le sirven de podio a la hora de perfeccionar su técnica de escritura siempre fresca y novedosa.
Pero esta novela, narrada exquisitamente en un lenguaje que me parece alegórico, orgánico, y conmovedor en la estructura narrativa de cada párrafo; que incluso puede ser llevada al cine con mucho éxito porque dibuja a la perfección las peripecias de nuestros vecinos. Retrata, insisto, la cruda realidad desde una perspectiva poética, con simbólicas figuras retóricas. Con descripciones metamorfoseadas cual pinceladas de un cuadro a veces nostálgico... otras veces lleno de orgullo por su tierra; ponderando sus himnos, sus batallas, sus derrotas, sus héroes, su comida, sus bailes, en fin... su sincretismo religioso, como por ejemplo sus ritos de vudú en Gonaives, sus dioses, pero lo verdaderamente importante es el amor que le tienen a su tierra quebrada:
La historia se desarrolla en un pueblo costero de Haití llamado Miragoane y es contada desde la perspectiva de, primero una voz omnisciente (el dios escritor) que se dispersa entre Claude, Jean y Christopher Morisseau. Explica, Claude, el devenir socio-económico de su país. Jean (abuelo) permanece anclado en el pasado y persiste en la miseria que se vive en el pequeño pueblo pero en toda la nación haitiana. Claude (el hijo) se va tras la enamorada (la dominicana); pero junto a ella lucha por la forma de vida de sus iguales (los braceros) en nuestro país... Nueva vez vemos la simbología de la mujer como la que representa ‘el pueblo’... y es importante notar que no es haitiana sino dominicana. Como si no hubieses pueblo para luchar por las reivindicaciones propias del país vecino.
Christopher (el nieto) que representa el futuro, insiste en la idea de ir tras su padre, en volverlo a ver pues no lo recuerda... en rescatar el afecto. Era muy chiquito cuando se fue Claude, su padre. Los tres personajes tienen un clara nexo simbólico en toda la historia.
El abuelo representa el pasado, como les había adelantado antes, anclado en su pueblo costero con la esperanza de brindar una mejor vida a su nieto desde ese pueblo exiguo, maltratado por el hambre, la miseria. El que yace abandonado por su hijo que operando como guía de visitantes un día conoce a una dominicana que lucha por los derechos de los braseros ‘Al Este de Haití’, o sea, aquí en Dominicana...ganando a su vez muchos enemigos e impidiendo que pudiese retornar a su país.
No obstante constatan que no es tal el paraíso, más bien es otro infierno donde hay algo de alimentos, sí; hay trabajos para ellos, quizás; pero no para los ínfimos salarios que devengan que apenas alcanzan para subsistir. Claude significa el progreso, la mudanza, la partida... el deseo de cambios para él y los suyos. Por eso su deseo de ser poeta...de ser mejor. Su deseo de adquirir conocimientos, de trascendencia.
Y Christopher, como su padre, huye del estado de cosas de su destartalado pueblo, simbólicamente representa el futuro... un futuro que deja a esa sociedad inexistente sola, sin hombres y mujeres que luchen por ella. Un espejo tétrico pero paradigmático para que no se siga, de este lado, con la destrucción de los recursos naturales en aras de fortunas personales.
La dominicana Mercedes es el ancla de Claude, es el modo de quedarse en mejores puestos de trabajo pero de adquirir cierta cultura. Ella tiene que irse de dominicana porque está siendo atacada por su lucha contra los intereses de los poderosos, por ‘el sistema’ que permite las actividades opresoras.
El diario es el hilo conductor de toda la historia y hace que Christopher (de 10 años) abandone Haití en la parte trasera de una camioneta Ford y cruce la frontera para buscar a su padre en Barahona, sólo con un trozo de dirección.
Lo busca afanosamente hasta que finalmente da con él... y la magia del amor se pone de manifiesto. Tanto de Mercedes por Claude como el amor del hijo a su padre. Y la patria que ellos representan se evapora, se queda arruinada como el pueblo.
“Al este de Haití” es una historia humana, trágica, vibrante. Llena de matices y sentimientos encontrados. Contar las peripecias que se viven en un país que se descalabra lentamente y donde sus ciudadanos no pueden encontrar comida ni trabajos, ni forma de vida. Deben emigrar al país vecino y hacer todo lo que aparezca. Los trabajos que no hace nadie ellos lo hacen a un precio mínimo. Son explotados igual que son explotados los latinos y entre ellos los dominicanos ilegales que llegan a los Estados Unidos, igual que los marroquíes que cruzan a España. O los africanos que van a Francia...etc. Cuando compruebo estas actitudes creo que F. Nietzsche fue el gran profeta profano, sin lugar a dudas, de estos tiempos posmodernos donde al hombre y mujer de hoy no le importa lo humano ni lo divino, si no la simple banalidad del placer efímero. La carnavalización de los sentimientos. Lo material.
Pero un escritor de moralejas hace que persista el amor y la justicia social.. Christopher contra viento y marea, se da a la tarea de ir a por su padre Claude y lo encuentra en Jarabacoa... y el amor y la unión, triunfa.
La tragedia sociopolítica de la mediaisla de Haití es por todos harto conocida... nos duele y nos pega de cerca ya por las condiciones geopolíticas, ya por la memoria histórica no tan agradable para nuestros pueblos que todos guardamos y que crea ciertas ronchas; pero más que todo por la indolencia de los gobernantes de ambos lados y la fuerte injerencia gratuita de la comunidad extranjera incluso la europea en los asuntos patrios. Todos quieren tirarnos el balón a nuestra cancha... es un drama que se debe resolver en su suelo, pienso. Debo aclarar que no soy ni pro-haitianos ni contra-haitianos...soy dominicana. Una dominicana que cree en la legalidad; en la solidaridad; una dominicana que siente que los seres humanos, de todos los rincones del mundo deben y tienen que buscar su comida y su bienestar sea donde fuere... sin violentar, claro a los países donde los acogen.
Pienso que lo que está pasando en República Dominicana con la comunidad que cruza desde Haití a comprar y vender productos o a trabajar la construcción, la tierra, es manipulación de la economía y corrupción estandarizada en los procesos. Y, por supuesto, la explotación de la mano de obra haitiana por los poderosos, desde los tiempos de los grandes ingenios. Y es cierto que hay muchos, demasiados haitianos... en el territorio nacional; pero es un negocio cuya operación viene de las altas jerarquías. Es penoso que existan una suerte de personajes fronterizos que esperan que vendan y ahorren y quieran llevar sus ganancias a sus hijos y familiares para arrestarlos o robarles el dinero que con ‘sangre sudor y fatiga’ se han ganado.
Esto me lo cuenta una marchante de frutas haitiana. Es injusto. Es injusto que a una marchante de frutas y vegetales la acosen cada dos meses para quitarle todo el dinerito ahorrado. ¿Hasta dónde va a llegar la ambición humana?
Dos cosas importante: no somos racistas ni rechazamos a los haitianos aquí, todo lo contrario. Esto no quiere decir que en el mundo no exista la gente opresora y discriminadora no solo de haitianos sino de latinos, de judíos, de mujeres, de clases sociales, etc.
Finalmente, “Al este de Haití”, es una novela que cuenta la verdad... la verdad que viven los haitianos. La verdad que se vive aquí. Lamentablemente ellos nos ven como un paraíso soñado; y cuando despiertan, más temprano que tarde, confirman que el ‘este’ es un infierno... no tan violento y siniestro como el vuestro, donde el sincretismo y la magia negra pone a vegetar a cualquiera como zombi, según cuenta el abuelo; pero igual es un infierno que quema. Es un placer leer a escritores tan compasivos y excelentes como César Sánchez Beras, que ya en verso, en cuentos o novela, encanta y nos deja lecciones de vida en sus moralejas. Lo recomiendo.
Elizabeth Quezada*
eq.
24-09-2018/RD.
[i] Analista literaria. Ensayista. *La autora estudió Filosofía y Letras en PUCMM. Profesora, comunicadora, artista plástica. Sus libros: Amores rotos...[Alternativa editorial,España, 2004] Diez cuentos, Perlas escondidas, Piel de abril. Novela "Balada de mujeres verticales"[Amazon,2014]
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